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El siglo XVI fue una centuria plagada de conflictos y de extremismos religiosos que desangraron al Viejo Continente. La Monarquía Hispánica se erigió en la campeona del catolicismo en guerra con los protestantes. Esa fue la razón de la intervención de Alejandro Farnesio en Francia. El hugonote Enrique de Borbón se vio obligado a enfrentarse al gobernador general de Flandes, uno de los mejores militares de los últimos treinta años del siglo XVI, quien en las dos expediciones que capitaneó en el Reino de Francia dejó patentes las razones por las que era merecedor de la fama que le precedía. El enfrentamiento entre Enrique y Alejandro se convirtió en una interesante partida de ajedrez en la que se pudo observar dos concepciones de hacer la guerra totalmente opuestas. La contienda en campo abierto del bearnés y la precaución de Farnesio nos hace comprender por qué sus contemporáneos consideraban que se trataba de un auténtico combate entre titanes.
Boudica. Solo su mención trasciende la Historia. Menos Conocida que otros importantes personajes femeninos de la Antigüedad, como Cleopatra o Zenobia, no ha sido obstáculo para que sus hazañas pervivieran durante milenios hasta convertirse en leyenda. El símbolo femenino del valor y la lucha por la libertad en Britania. Boudica, soberana por derecho de los icenos, uno de los más importantes pueblos que habitaban la lejana Albión (la “isla blanca”, como era conocida hasta ese momento), lideró también a otros muchos frente a la ocupación romana. La lejana Britania había conseguido mantenerse ajena a la ambición romana hasta mediados del s. I aC, pero en el 61 dC, los pueblos que aún se resistían a la ocupación acumulaban ya cerca de dos décadas de enfrentamientos continuos con las legiones de Roma. Boudica se convirtió en una figura de renombre por méritos propios. Una reina cuyo coraje y valentía hicieron temblar al todopoderoso Imperio romano. Nunca antes sus legiones tuvieron que enfrentarse a un ejército dirigido por una mujer, y no hay duda de que jamás lo olvidaron.