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Más allá de la imagen estereotipada del mundo romano, repleta de anécdotas de emperadores que se prostituyen, grafitos obscenos, pinturas pornográficas e innumerables representaciones de falos que dibujan la idea sesgada de una sexualidad salvaje, la realidad del sexo en Roma era mucho más terrenal y probablemente menos alocada. La perspectiva que prefiguran las fuentes escritas y la iconografía es la de un modelo centrado en los paradigmas de lo masculino, de la autoridad y del dominio. La obtención del placer era un privilegio de los hombres libres, sobre cuyas espaldas recaía la responsabilidad de intentar preservar el difícil equilibrio entre el placer sexual (propio) y el futuro del matrimonio y la familia, que pasaba siempre por las decisiones del pater familias. Bajo ese paraguas teórico, sin embargo, se movía un mundo repleto de posibilidades y contradicciones.
Boudica. Solo su mención trasciende la Historia. Menos Conocida que otros importantes personajes femeninos de la Antigüedad, como Cleopatra o Zenobia, no ha sido obstáculo para que sus hazañas pervivieran durante milenios hasta convertirse en leyenda. El símbolo femenino del valor y la lucha por la libertad en Britania. Boudica, soberana por derecho de los icenos, uno de los más importantes pueblos que habitaban la lejana Albión (la “isla blanca”, como era conocida hasta ese momento), lideró también a otros muchos frente a la ocupación romana. La lejana Britania había conseguido mantenerse ajena a la ambición romana hasta mediados del s. I aC, pero en el 61 dC, los pueblos que aún se resistían a la ocupación acumulaban ya cerca de dos décadas de enfrentamientos continuos con las legiones de Roma. Boudica se convirtió en una figura de renombre por méritos propios. Una reina cuyo coraje y valentía hicieron temblar al todopoderoso Imperio romano. Nunca antes sus legiones tuvieron que enfrentarse a un ejército dirigido por una mujer, y no hay duda de que jamás lo olvidaron.