Fallschirmjäger sobre el gran Sasso

“En la noche del 11 al 12 de septiembre me hicieron saber que los aliados no me mantendrían vivo en sus manos (…) Eran las 14 horas cuando vi aterrizar al primer planeador, después otros sucesivamente; luego, grupos de hombres avanzaron hacia el refugio dispuestos a eliminar cualquier resistencia. Los guardias que me vigilaban no entendían nada y no dispararon. Todo duró cinco minutos. La empresa, exponente de la organización, la decisión y el espíritu de iniciativa de los alemanes, será recordada en la historia de la guerra. Con el tiempo se convertirá en legendaria”. Con estas proféticas palabras describía el mismo Mussolini la audaz operación que le liberó de sus captores en el hotel Campo Imperatore. Desde el arresto ordenado por el rey, después de su destitución por el Gran Consejo Fascista en julio, Mussolini se convirtió en una preciosa “mercancía” para Badoglio, dispuesto a ofrecérsela a los aliados como gesto que acompañara su capitulación y reafirmara, así mismo, su voluntad de no continuar la guerra del lado de la Alemania de Hitler.