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Después de la magnífica victoria de Don Álvaro de Bazán en la isla Terceira, el Rey Felipe II agradeció sus servicios nombrándole Grande de España y otorgándole el nuevo rango de capitán general de la Mar Océano. Las Cortes castellanas le recibieron con ferviente aclamación y se entonó un tedeum en su honor en El Escorial. Ahora su objetivo era atacar a Inglaterra en su propio territorio. Llenando de entusiasmo al rey español que estaba sediento de esa victoria. Los astilleros comenzaron a trabajar sin descanso en Sevilla, Cádiz y Lisboa, donde se aprovisionó de hombres y suministros. Galeones, urcas, carracas, galeras, galeazas, naos, y muchas más naves llenaron el estuario del Tajo, acompañadas de advocaciones religiosas, ya que se trataba de una cruzada religiosa bendecida por el Papa. Todo parecía que estaba perfectamente preparado para lo que sería la gran batalla de la Armada Invencible de Bazán, pero no todo era lo que parecía
Boudica. Solo su mención trasciende la Historia. Menos Conocida que otros importantes personajes femeninos de la Antigüedad, como Cleopatra o Zenobia, no ha sido obstáculo para que sus hazañas pervivieran durante milenios hasta convertirse en leyenda. El símbolo femenino del valor y la lucha por la libertad en Britania. Boudica, soberana por derecho de los icenos, uno de los más importantes pueblos que habitaban la lejana Albión (la “isla blanca”, como era conocida hasta ese momento), lideró también a otros muchos frente a la ocupación romana. La lejana Britania había conseguido mantenerse ajena a la ambición romana hasta mediados del s. I aC, pero en el 61 dC, los pueblos que aún se resistían a la ocupación acumulaban ya cerca de dos décadas de enfrentamientos continuos con las legiones de Roma. Boudica se convirtió en una figura de renombre por méritos propios. Una reina cuyo coraje y valentía hicieron temblar al todopoderoso Imperio romano. Nunca antes sus legiones tuvieron que enfrentarse a un ejército dirigido por una mujer, y no hay duda de que jamás lo olvidaron.