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El sitio de Viena, 1529

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Desde su irrupción en Europa, con la conquista de Constantinopla por Mehmed II el año 1453, el poderío turco en el continente no había dejado de ir en aumento. Su punto culminante llegaría con la victoria del ejército otomano en la batalla de Mohács (29 de agosto de 1526), que supuso la destrucción del ejército húngaro, así como la muerte del soberano Luis II de Hungría.

Desde este momento, la ciudad de Viena iba a quedar en primera línea, asumiendo un papel clave en la estrategia militar imperial. No pasaría mucho tiempo después de Mohács hasta que la ciudad se viera amenazada por las armas turcas. Tan sólo tres años después, en 1529, Suleimán encabezaba el mayor ejército que había pisado suelo europeo hasta ese momento. Su destino no podía ser otro que la capital imperial: Viena.

Nueva frontera entre el Sacro Imperio y el Imperio otomano, o lo que es lo mismo entre la Cristiandad y los infieles, frente a los muros de Viena habría de librarse una batalla llamada a decidir los destinos de todo Occidente. La heroica defensa, protagonizada por un cuantioso ejército imperial, no sólo salvó una ciudad de su conquista, sino toda una cultura y una forma de entender la vida.

Siempre nos quedará la duda de qué habría pasado si los turcos hubieran obtenido la victoria ante Viena, considerada el corazón de Europa. Probablemente todo habría cambiado y quizás la cultura occidental, tal y como la entendemos hoy en día, jamás hubiera existido. De ahí la importancia de este triunfo, que marcaría un antes y un después en el equilibrio de poderes existentes en toda Europa, así como en el Mediterráneo.

Entre los contingentes que tomaron parte en la defensa, ocupó un lugar destacado la intervención de una unidad de arcabuceros españoles, tropas versadas en este tipo de combates y que estuvieron en todo momento a la altura de las circunstancias. Junto a los lansquenetes alemanes, fueron la punta de lanza del ejército defensor, infligiendo severas derrotas a los asaltantes, hasta forzar finalmente su retirada rumbo a Estambul.
A pesar de conseguirse salvar Viena del ataque turco, los enfrentamientos entre el Sacro Imperio y la Sublime Puerta, todavía se sucederían por espacio de otro siglo y medio. La capital imperial se mantuvo mucho tiempo en primera línea con el enemigo, hasta el año 1683, cuando la ciudad volvería a ser objeto de un nuevo asedio por los otomanos, operación que también se saldó con un estrepitoso fracaso para los atacantes.

Ficha técnica

Autor
Rubén Sáez Abad

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